La Argentina volvió a respirar en la madrugada del jueves. Nada tiene que ver el triunfo político del gobierno, va más allá de Javier Milei, de sus ideas, de sus imposturas y de su atroz falta de experiencia que para algunos es un mérito pero, como ha quedado demostrado con las concesiones que debió realizar, es eso: nulo conocimiento de negociación política. Fin.
Pero lo importante va mucho más allá, desde hace años el país es un ser aeróbico sumergido que solo trató de aguantar la situación. Explicar de un modo comprensible cómo logró sobrevivir en esas condiciones es muy complejo. De hecho, en la academia todavía se discute por qué la eclosión no fue mayor a la mitad del país sumergido en la pobreza.
No es cuestión de fechas, pero como mínimo se puede identificar a 2011 como el año en el cual la economía torció su dirección, inclusive la que el propio Néstor Kirchner le había impreso en 2003 cuando los superávits gemelos –fiscal y externo– eran dos valores que defendía con uñas y dientes. Ese era un rumbo. Después vino un ciclo confuso, inspirado en el viejo sueño de perpetuarse en el poder con políticas populistas empobrecedoras bajo el argumento de combatir justamente la pobreza. Argentina no fue Venezuela, pero tampoco se encaminó a modelos más virtuosos. Países vecinos son muestra de ellos. Desaprovechó una oportunidad quizás irrepetible con la bonanza de los altos precios de las comodities y quedó ahí, derrumbándose cada día un poco más.
La pérdida de dirección quedó manifestada en múltiples datos y situaciones conocidas por todos. La evaluación de las responsabilidades en esos largos años de caída también son parte del forcejeo ideológico. Volver al eje se convirtió en una meta inalcanzable hasta para los bien intencionados con débiles estrategias.
La aprobación parcial de la ley Bases (todavía falta que Diputados rectifique o convalide lo aprobado en el Senado) vuelve a sembrar la esperanza de que Argentina buscará su lugar dentro de una economía de mercado, aún con un capitalismo muy condicionado por una maraña de regulaciones e impuestos que siguen ahí.
Al frente de ese regreso a la senda que la hizo crecer en su historia, con un mundo muy diferente al existente 13 años atrás, está Milei. Un outsider que se contradice una y otra vez, desagradable por momentos. Salvo para aquello por lo cual la Argentina volvió a tomar un poco de aire: el rumbo. Es lo importante y es un reinicio.
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La Argentina volvió a respirar en la madrugada del jueves. Nada tiene que ver el triunfo político del gobierno, va más allá de Javier Milei, de sus ideas, de sus imposturas y de su atroz falta de experiencia que para algunos es un mérito pero, como ha quedado demostrado con las concesiones que debió realizar,
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