“LOS ARQUITECTOS NO INVENTAN NADA”²Al igual que Frank Lloyd Wright —todavía no como Oscar Niemeyer—, Álvaro Siza ostenta una pasmosa longevidad como arquitecto, más reseñable aún si se atiende al peso neto de su vigencia. En el largo tránsito de las siete décadas que separan sus primeras casitas en Matosinhos de su rascacielos en Manhattan, ha desplegado una manera de hacer paradójica, anónima y personal a un tiempo. Se trata de una estabilidad oscilante y difícil de desentrañar, una intersección entre lo previsible y lo inesperado que sigue arreglándoselas para sorpren- der. No es que no se haya intentado descifrar ese código. En sus obras grandes o en sus grandes obras, el hacer de Siza suele entenderse como el fruto de una facilidad insultante y anárquica, aunque no falten autores que lo aso- cien al polo opuesto, el de la reiteración que se supone a los versados en la historia de la arquitectura. Invención y memoria; en un currículum tan vasto, hay argumentos para todo.
”LOS ARQUITECTOS NO INVENTAN NADA”²Al igual que Frank Lloyd Wright —todavía no como Oscar Niemeyer—, Álvaro Siza ostenta una pasmosa longevidad como arquitecto, más reseñable aún si se atiende al peso neto de su vigencia. En el largo tránsito de las siete décadas que separan sus primeras casitas en Matosinhos de su rascacielos en Manhattan, ha desplegado una manera de hacer paradójica, anónima y personal a un tiempo. Se trata de una estabilidad oscilante y difícil de desentrañar, una intersección entre lo previsible y lo inesperado que sigue arreglándoselas para sorpren- der. No es que no se haya intentado descifrar ese código. En sus obras grandes o en sus grandes obras, el hacer de Siza suele entenderse como el fruto de una facilidad insultante y anárquica, aunque no falten autores que lo aso- cien al polo opuesto, el de la reiteración que se supone a los versados en la historia de la arquitectura. Invención y memoria; en un currículum tan vasto, hay argumentos para todo. Read More