El dilema de qué pasó y qué no va a pasar con la economía

Columna por Walter Giannoni.

Nadie quiere vivir encepado de por vida. Es la realidad. Es una carga hartarte y desgastante, sobre todo para las empresas con necesidad de interactuar con los mercados internacionales.

Milei había vendido la ilusión de que dolarizar y salir del cepo era posible a una velocidad razonablemente rápida. Nadie que conozca algo de economía convalidaba esa promesa, aun cuando la toleraba frente a las alternativas electorales del año pasado.

Aquella discusión de los “fideos y el tuco” que graficaba Melconian expresaba esa dicotomía que, ahora se ve con nitidez, resultaba impracticable. Eso explica tal vez por qué las grandes compañías aceleraron en las últimas semanas su presión para salir del cepo. Quieren alguna vez operar con normalidad, girar divisas y recibirlas.

¿Se puede llegar a eso a cualquier precio y con una nueva devaluación? Y si. Es lo que esperaban, aunque en este momento esa postura, como aquella de Milei, con la dolarización, resulte incomprensible. Tiraría a millones de argentinos debajo de un tren. Se sumaron los grandes bancos a la movida, motivados por el cambio de garantías que significa trasladar la deuda que el Banco Central tiene con ellos, al Tesoro. “Un plan bonex para bancos”, apuntó el economista Orlando Ferreres. Están todos de acuerdo en eso. Si lo apuran, es posible que hasta Caputo acompañe esa crítica a su propia medida.

El punto es que en apenas seis meses de nuevo gobierno –eso va– casi todos nos hemos olvidado de dónde venimos y más bien nos preguntamos, con lógica irrefutable, para dónde vamos. Lacunza, otro economista, agrega que si Milei-Caputo no hubieran hecho lo que vimos hasta hoy, la pregunta no sería “cuándo salimos del cepo sino si la inflación será de tres o cuatro dígitos anual”.

Quizás convenga mirar también de lo que tampoco hablaremos, en los próximos meses, dijo el exministro de Economía. Por ejemplo, ya no estamos hablando de hiperinflación, tampoco de corralito bancario, ni de default. Ni de una traba total en las importaciones que necesita la industria, aun cuando hay problemas.Y lo más importante es que la discusión no incluye la necesidad de imprimir más billetes para sostener un giro artificial de la demanda, aun cuando en ese mismo camino, la emisión sí deba atender el laberinto financiero.

¿Es sustentable mucho tiempo? No. Pero a la otra pócima ya la probamos. Solo Argentina es capaz de plantear estos dilemas.

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